Cuando escuchamos la palabra infancia se nos vienen a la cabeza buenos recuerdos. Bonita etapa ¿verdad?
¡Qué tiempos aquellos cuando nos pasábamos el día riendo o llorando por cualquier cosa! Nuestra mayor preocupación era que nuestros amiguitos nos invitasen a sus cumples y no perder jugando al pilla pilla o no salirnos de las líneas al colorear y que nos comprasen gusanitos por la tarde. Demostrabas que eras el mejor ganando al juego que tocaba ese día. Y si además de todo eso, en Navidad, los reyes cumplían nuestro sueño de traernos el juguete que queríamos nos sentíamos felices y dábamos por conseguido nuestro reto.
Pero conforme crecemos, nuestra infancia va terminando y comienza otra etapa nueva en la que nuestras preocupaciones crecen. Demostrar que eres el mejor ya es más complicado, nuestro mayor reto es sacar los estudios bien y nuestro mayor sueño es conseguir todos nuestros propósitos afrontando los problemas que se nos plantean por el camino.
Al fin y al cabo, por mucho que pase el tiempo, todos siempre llevamos dentro el niño que se destrozaba las rodillas jugando con sus amiguitos todas las tardes y hacía castillos de arena en la playa.
A veces, quizás por el estrés o las prisas, o puede que por menospreciar las capacidades de los más pequeños no nos fijamos en que de los niños también se puede aprender.
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"Lo pequeño se hace grande día a día"
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Al fin y al cabo, por mucho que pase el tiempo, todos siempre llevamos dentro el niño que se destrozaba las rodillas jugando con sus amiguitos todas las tardes y hacía castillos de arena en la playa.
A veces, quizás por el estrés o las prisas, o puede que por menospreciar las capacidades de los más pequeños no nos fijamos en que de los niños también se puede aprender.
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